Monólogo escrito y actuado por Lucero Millán.
«El teatro siempre me ha salvado en los momentos más difíciles de mi vida, esta no es la excepción».
Lucero Millán
A partir de la crisis de abril del 2018 en Nicaragua, recibí amenazas de muerte, tuve que salir del país en un término de 24 horas. Decidí regresar por mi compromiso con mi grupo y con Nicaragua. Para ese momento yo ya estaba escribiendo “Francisca”, pieza inspirada por un sentimiento que vengo cargando hace años, relacionado con la sensación de habitar una zona ambigua, insegura, como dice el mismo personaje «contaminada por dos ríos que lo van llenando poco a poco con sus recuerdos».
Una sensación de estar en dos territorios, y al mismo tiempo en ninguno, el mexicano y el nicaragüense. Una especie de exilio y repatriación permanente.
En la medida que Francisca prepara la mesa para sus ancestros en el día de muertos, sus memorias aparecen desde los dos mundos, a veces es mexicana y a veces es nicaragüense.
Una nueva identidad cultural se configura, teniendo el sabor culinario y las canciones de los dos países como detonantes de sus recuerdos.
En el desarrollo de esta autobiografía, el exilio y la muerte se constituyen como ejes transversales. Una muerte que convoca y rememora, que invita a caminarla tan alegre como el camino a la vida. Un exilio que nunca deja de doler, pero cuya “herida” es constitutiva, y en esa medida irrenunciable.
Siempre he pensado que se debe de saber morir bien y en eso la cultura mexicana y nicaragüense tienen mucho en común. Una por su manera de entender la muerte como un ciclo de vida y la otra por tener tantos héroes y mártires que ofrecieron su vida para que nosotros sigamos viviendo, gozando y buscando la libertad. Entre una y otra actitud intuyo una sabiduría que hoy parece más necesaria que nunca.
Queda pues con ustedes, Francisca como mi humilde homenaje a dos países que amo y me han hecho quien soy: mexicana/nicaragüense, con sus virtudes y sus defectos. También a los miles de internacionalistas que llegaron a Nicaragua a aprender y aportar en diferentes campos de trabajo en la década de 1980.
Finalmente, el mundo es uno solo, y ante todo me identifico como latinoamericana; la muerte, el exilio, la justicia y el machismo son temas que nos competen a todos por igual.
Agradezco a mis colegas del Justo Rufino Garay y en particular a René Medina Chávez por su complicidad para que el teatro nos siga salvando.
Créditos artísticos:
Dramaturgia y actuación: Lucero Millán
Dirección artística: Rene Medina Chávez.
Dirección técnica: Félix Gutiérrez
Muchas gracias.
Lucero Millán


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